Libertad Digital entrevista a Alejandro Macarró,
especialista en fenómenos demográficos, que acaba de publicar su libro
"Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo. ¿A la catástrofe por la
baja natalidad?". Todos somos
conscientes del problema grave de envejecimiento poblacional que acecha a
Europa y en particular a España y más en particular a Galicia, una de las
regiones de más declive demográfico de todo el continente. Envejecer con salud
es bueno, sobre todo si uno tiene una renta garantizada para sus últimos años
de existencia y si tiene unas coberturas de servicios básicos también
garantizados, sobre todo sanitarios. Por desgracia, el envejecimiento
progresivo que está sufriendo nuestra sociedad va justo en contra de esos dos
elementos. Ya sabemos el problema de financiación que vive el sistema de
pensiones y que no hará sino complicarse de continuar esta tendencia. Lo mismo
ocurre con el sistema universal sanitario, pues al final los recursos salen
todos del mismo pozo que es la actividad económica, es decir, salarios y
beneficios, que son los que pagan impuestos.
La gran pregunta es: ¿se puede revertir esta situación de
declive demográfico? O mejor dicho, se puede revertir de manera consistente?
Aquí estamos hablando de tendencias a largo plazo, así que de nada valdría que
un año de cada 50 saliese un saldo positivo, cosa de todas formas bastante
improbable también. Ahí es donde retomo la parte que me parece más interesante
de la citada entrevista, estos son los mecanismos que esgrime Alejandro Macarró
para intentar el descalabro total de nuestra población, o por lo menos algunos
que se podrían poner en marcha:
“ - Concienciación sobre el problema y el
desastre al que aboca a nuestra sociedad, lo bonito que es tener niños y lo
triste que suele ser no tenerlos: a la sociedad en general, a las élites
políticas y no políticas, a quienes están en edad fértil, y a los escolares.
- Prestigiar la
maternidad/paternidad y la familia, sin estigmatizar a las madres
tradicionales, y sin ningunear la figura del padre.
- Estudiar bien el
problema, sus consecuencias, sus causas y sus posibles soluciones, con
profundidad, rigor y sin sesgos ideológicos/partidistas.
- Compensar económicamente a los padres por
tener hijos (deducciones en IRPF y SS, extra en pensiones, IVA pañales, etc.),
con énfasis en la madre, pero no solo en ella.
- Descargar a las
empresas de todos los costes por maternidad / paternidad.
- Fomentar,
facilitar y prestigiar la nupcialidad y la estabilidad familiar.
- Fomentar y
facilitar que tengamos antes en la vida el primer hijo y siguientes.
- No pagar la
contracepción con dinero público, algo absurdo en un país que necesita más
niños, y facilitar al máximo que se puedan dar en adopción los bebés no
deseados.
- Identificar y
remover las trabas y desincentivos directos o indirectos a la paternidad, que
hay por doquier, con cambios en las leyes correspondientes.
- Facilitar en lo
que se pueda la vida a los padres (por ejemplo, en horarios…).
- Y muy importante:
involucrar a la sociedad civil. Esto no es solo problema de
"políticas" y de "políticos".”
Ciertamente, el problema es complejo y requiere la actuación
en diversas esferas, no sólo la económica. Pero quizás sea en el estilo de vida
donde se antoja más complejo y decisivo actuar si se quiere alcanzar una
solución. Estamos acostumbrados a que nos vendan por todos lados que hay que
vivir la vida, que hay que hacer mil cosas, viajar, comprar coches, casas,
ocio… y sin embargo, todo ese capitalismo rampante y campante parece que no
casa muy bien con el hecho de tener hijos, o al menos coacciona de manera
parcial la libertad y los medios para vivir esa vida de “consumo pleno” que
tanto nos han metido por los ojos, valga la expresión capitalista. Luego están
los que por convicción no quieren saber nada de niños, pero acaso sabemos
cuántos de ellos son? O acaso, cabe también preguntarse, haya que empezar a
enseñar a los futuros mayores, desde niños, que tener hijos ya no es solo una
opción personal sino una obligación social? Porque eso es lo que parce
desprenderse de algunas de las opciones que plantea el señor Macarró.
En definitiva, no estamos hablando sólo de recursos
económicos sino también de valores, de decisiones personales, de ideologías, de
formas de ver y entender la vida y todo ello a nivel global, de un dilema
moral. Y entonces, la gran pregunta que me surge es: es legítimo que cualquier
gobierno trate de manipular la voluntad, las mentes y las decisiones de sus
ciudadanos para conseguir lo que parece un bien común? O por el contrario
estamos cayendo en lo que ahora se llama adoctrinamiento y que parece estar tan
de moda? Con el tiempo a todo se acostumbra uno y después de 20 ó 30 años
lavándonos el cerebro acerca de la necesidad de tener niños es posible que nos
pareciese una cosa de lo más normal, pero a día de hoy, la disyuntiva entre
dejar que la sociedad discurra por los cauces que ella espontáneamente impone y
dejar que una élite política o cívica marque las pautas de nuestra forma de
vivir no me parece nada clara, salvo que uno se ciña exclusivamente al problema
de la sostenibilidad económica del sistema.
Y lo que sí parece claro es que una política de natalidad
basada sólo en incentivos económicos no es la solución al problema, porque es
algo mucho más grande que sólo unas desgravaciones fiscales, unas cuotas a la
seguridad social o, la nada despreciable tarea, de lograr unos salarios dignos,
por no hablar de pleno empleo. Cómo dice el autor del libro, es “bonito tener
niños y triste no tenerlos”? Bueno, esa es su visión particular, pero estoy
seguro de que mucha gente no piensa de esa forma, ergo habría que lavarles el
cerebro a base de campañas de natalidad? El debate está servido.